Por Romina Mella.-
El miércoles 14 de marzo, la presidenta de Devida, Carmen Masías tomó la palabra en el 55º período ordinario de sesiones de la Comisión de Estupefacientes de las Naciones Unidas, en Viena.
El auditorio se preparó para escuchar una exposición de línea dura, congruente con la posición tradicional de Estados Unidos en la llamada “guerra contra las drogas”, que Masías ha defendido durante todos los años que ha trabajado para Cedro y en los últimos meses como presidenta de Devida, cargo en el que sucedió en enero de este año a su expeditivamente defenestrado predecesor, el reformista Ricardo Soberón.
Tan brusco fue el cambio de línea de Soberón a Masías, que cuando los delegados del Trasnational Institute y el Washington Office on Latin America (WOLA) llegaron a Lima para una reunión cuyo fin era discutir las políticas antidrogas desde una posición reformista, encontraron que la flamante dirección de Devida no solo dejaba de ser anfitriona de la reunión organizada bajo la administración de Soberón, sino que hasta canceló la recepción inaugural y la cena que Devida invitaba a los delegados, sin siquiera molestarse en dar una explicación.
Por eso, el miércoles 14 pasado, los asistentes, entre los que se encontraba Coletta Youngers, de WOLA, esperaban que Masías diera un discurso que Ronald Reagan, si estuviera vivo, aplaudiría.
Sin embargo, hacia la mitad de la intervención de Masías, los delegados empezaron a escuchar un párrafo que les hizo pensar que la reunión se había tornado estupefaciente de verdad.
“El Perú” dijo Masías, “reconoce el uso ancestral del arbusto de hoja de coca por parte importante de su población andina, el mismo que ha sido reconocido por el artículo 14 de la Convención de 1988. Sin embargo, reconocemos que el mantenimiento de la prohibición prevista en el artículo 49.2.E de la Convención explica el porqué Bolivia decidió, haciendo uso de los procedimientos establecidos en el sistema internacional, denunció [sic] la Convención de 1961 para adherirse posteriormente, adecuándola a sus dispositivos constitucionales. En tal sentido, el Perú comprende y no hace ningún problema, [sic] en el próximo retorno de Bolivia en esas condiciones”.
¿Era esa la misma persona que hasta les había quitado la cena de la boca a los delegados de WOLA y el TNI en el encuentro de Lima unas semanas atrás; y que ahora respaldaba la posición de Evo Morales? Habitualmente, los delegados bolivianos han enfatizado su defensa del uso tradicional de la coca en este tipo de eventos, chacchando (o acullicando, como dicen ellos) la hoja energética. Por eso, varios delegados observaron con atención tratando de advertir el piccho delator, pero parece que la solidaridad no llegó a tanto.
Evo Morales sonreía. De hecho, semanas antes, el presidente boliviano, con su envidiable discreción, había hecho saber que el Perú apoyaría su defensa del chacchado.
Y en el Perú, otra persona tuvo también razones para sonreír. El ex presidente de Devida, Ricardo Soberón, pudo tener la callada alegría de todo autor que no puede firmar su creación. Porque él era el autor del párrafo que había leído Carmen Masías. No está claro si Masías supo quién le había revisado, editado y corregido su discurso, añadiéndole ese párrafo decisivo, pero supiera esta o no que el autor era Soberón su lectura debe haberle sabido a coca.
¿Qué pasó, qué cambios de suerte ha habido en la inestable Devida y su lucha contra las drogas, desde el brusco cambio de dirección en enero de este año?
En realidad la veloz sucesión de marchas y contramarchas empezó un poco antes.
A principios de enero de este año, el entonces presidente de Devida entregó la versión final de la nueva Estrategia Nacional de Lucha contra las Drogas al entonces nuevo primer ministro, Óscar Valdés.
Este reciprocó a Soberón publicando su resolución de despido y nombrando, en abrupto golpe de timón, a Carmen Masías. En términos políticos, era como si una izquierda moderada hubiera sido reemplazada por la ultraderecha.
Y el 16 de febrero, en Palacio de Gobierno se presentó la nueva estrategia nacional antidrogas. Apenas un mes después de que la estrategia anterior abortara, se presentaba ahora una diametralmente opuesta a la anterior. En el esquema latinoamericano de la llamada guerra contra las drogas, el Perú formaba ahora en el extremo derecho del continente, representado por Valdés y por Masías.
Pero el correr de los días hizo ver a los observadores atentos que no todo era lo que parecía ser.
La nueva estrategia debía ser publicada en el diario oficial ‘El Peruano’. Pero pasaron los días, y luego las semanas, y la estrategia Valdés/Masías no se publicó.
Dentro de Devida, a su turno, pasaban cosas. Masías botó a varios funcionarios de confianza de Soberón, excepto a una persona que, según informaciones dignas de crédito, es de confianza del Presidente y su esposa. Y todo indica que en el nivel presidencial, el descontento por la decisión de Valdés y las acciones de Masías, fue en aumento.
La reunión de la Comisión de Estupefacientes, en Viena, representó el punto de quiebre. Había que resolver el asunto fundamental de la posición peruana frente a Bolivia.
El presidente Humala tomó primero, según el testimonio concurrente de varias fuentes, la decisión de llamar a Soberón y pedirle que haga un estudio comparativo de su estrategia anti-drogas y la de Valdés/Masías.
Soberón entregó el estudio a fines de febrero pasado.
Luego vino el problema de cómo presentar la posición peruana en Viena. Como titular de Devida, Carmen Masías tenía que llevar la representación del Perú, pero su discurso fue sometido a una rigurosa edición y a varias correcciones, por orden presidencial.
El editor y corrector, en buena cuenta el speech-writer, como dirían los gringos, de Carmen Masías, fue Ricardo Soberón.
Así que, en el incierto mundo de la política cocalera, nadie sabe para quién trabaja; o, más bien, nadie sabe quién trabaja para uno.
Fuente: Noticia Local - IDL Reporteros
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