Por: Andrés Schipani de la BBC - Especial de la BBC A casi 3.800 metros de altura todo parecería indicar que el aire de los Andes peruanos es limpio, puro y bueno para los pulmones. Pero al acercarse a la ciudad de La Oroya y ver el valle dominado por la fundición de metales y su altísima chimenea echando gases con un elevado contenido de plomo y arsénico, uno cambia inmediatamente de parecer.
Respirar pasa a ser una ardua tarea, toda comida y bebida tiene gusto metálico, los ojos lagrimean constantemente, la garganta comienza a arder y las caras que se ven por las calles dan muestra de cómo la polución está afectando la calidad de vida de la población local.
La Oroya es una pequeña ciudad de 30.000 habitantes que vive casi exclusivamente de la fundición, propiedad de la compañía Doe Run Perú, anclada en el valle. Por segundo año consecutivo ha sido catalogado uno de los lugares más contaminados del mundo por el Instituto Blacksmith de investigaciones ambientales de los Estados Unidos.
Si bien muchos de sus habitantes prefieren callar por miedo a perder su fuente trabajo, algunos han roto el silencio. Éste es el caso de Pedro Córdoba, trabajador de la planta, quien habló con la BBC: "Yo tengo cáncer en mis pulmones debido a los gases que he respirado después de tanto trabajar en la planta".
"¿Cuánto tiempo más vamos dejar que se violen nuestros derechos? Esto es una violación no sólo al medio ambiente sino también a los derechos humanos", agrega enfáticamente.
Riesgo constante
Pero el sector mas vulnerable de la población son los niños quienes pueden sufrir trastornos tanto respiratorios como óseos, de crecimiento y neurológicos.
Un estudio realizado hace dos años por el Ministerio de Salud de Perú ha demostrado que casi el 99.9% de los niños menores de seis años estudiados en La Oroya tenía altos niveles de plomo en la sangre.
Estos niveles pueden llegar a superar hasta en siete veces los establecidos como tolerables por la Organización Mundial de la Salud.
Y esto en parte se debe a que las madres gestantes sufren de un riesgo constante. Según cuenta Mariluz, mirando la fundición: "Yo estoy convencida que mis hijos han nacido con plomo en la sangre."
Su afirmación es sustentada por el neurólogo local, el Dr. Hugo Villa quien recientemente ha realizado un estudio -junto a otros doctores locales-, que demuestra que los niños ya nacen contaminados.
"Todas las generaciones de Oroyinos que están naciendo, están naciendo con niveles de plomo alto... La Oroya está en una grave situación de salud pública".
Y en los peores casos, las consecuencias pueden ser fatales. "Yo no descarto que muchas muertes de niños se deban a esta problemática de la contaminación", agrega el Dr. Villla.
Ese ha sido el caso de la hija mayor de Mercedes Inga, quien falleció el año pasado. "Mi hija por el arsénico y el plomo ha tenido cáncer; mi hija sufría dolor de huesos, dolor de piel. ¡Cuánto ha sufrido mi hija antes de morir!".
Responsabilidad compartida
Si bien se responsabiliza a la compañía, un reciente convenio entre ésta y el Ministerio de Salud de Perú hace que para algunos, las cosas no estén tan mal y se estén viendo resultados positivos.
"Contaminación hay, pero yo no veo que la situación sea tan crítica como dicen... El convenio, la empresa y el Ministerio de Salud están haciendo las cosas bien", le explicaba a la BBC Rocío Mejía, una de las promotoras de salud.
Y Doe Run Perú afirma haber asumido mas obligaciones de las que estaban originalmente previstas cuando tomaron el control de la fundición hace diez años.
La compañía asegura que ellos "reinvierten casi todas las utilidades del negocio en proyectos ambientales" y que el problema se debe a una "polución histórica" dejada por sus predecesores (primero la empresa privada Cerro de Pasco y luego la entonces empresa estatal Centromin Perú) y muchos años sin una política ambiental adecuada.
Según la compañía, recién durante este año se han empezado a ver resultados positivos, como "una reducción del 50% de las emisiones de plomo y arsénico (pero que)... por la magnitud del problema hay mucho que como empresa escapa nuestras posibilidades".
Pero no todos confían, y gran parte de los habitantes de La Oroya siguen esperando simplemente que alguien -sea la empresa o el Estado peruano-, tenga la determinación suficiente como para tomar serias cartas en el asunto y controlar lo que expulsa lo que algunos llaman la "terrible" chimenea.
Uno de ellos es Miguel Curi, uno de los líderes del Movimiento de Salud por La Oroya (MOSAO): "No podemos permitir que con tanto avance de la tecnología una compañía siga contaminando, siga envenenando el aire y así los pulmones y la sangre de nuestros niños."
Fuente: BBC de Londres