Por Gustavo Gorriti.-
En 1996, el narcotraficante Demetrio Chávez Peñaherrera sorprendió a todos con su estentórea confesión en el juzgado, de los sobornos mensuales que había tenido que pagar a Vladimiro Montesinos desde julio de 1991 hasta junio de 1992, cuando éste quiso duplicar el cupo de 50 a 100 mil dólares mensuales.
El gobierno de Fujimori quedó aturdido en medio del resonante escándalo. Mientras encerraban a Vaticano y lo ‘preparaban’ para que saliera días después a retractarse, con la cara de zombi y la pronunciación de quien ha pasado por sesiones de electroshock sin transformador, varios de los personajes del régimen de Fujimori y Montesinos salieron a defender a éste. Blanca Nélida Colán, la entonces fiscal de la Nación, fue una de ellos. Se la conocía bien. Era de esperar.
Pero hubo un personaje cuya defensa de Montesinos sí que sorprendió. Fue el general PNP Antonio Ketín Vidal, entonces jefe de la Policía, quien salió a respaldar a Montesinos en una entrevista hecha con el entonces periodista de televisión Gonzalo Quijandría.
“A mí me parece francamente inverosímil [la acusación de Vaticano]” dijo Vidal, “… yo no puedo pensar que una persona que tiene una responsabilidad tan alta en el país [como el doctor Montesinos] esté involucrado en estas cosas”.
Quienes veían entonces –y hasta vieron después– a Ketín Vidal como una suerte de alternativa democrática al montesinismo, tuvieron entonces lo que caritativamente se puede llamar una disonancia cognitiva. ¿Cómo? ¿El perícleo “Cazador” avalando al corrupto Svengali de Fujimori?
El futuro les iba a deparar una conmoción todavía mayor. El 25 de diciembre de 1999, cuando ya todo estaba dicho, violentado y, sobre todo, robado, Ketín Vidal y Montesinos se reunieron en la sala con truco del SIN. El video grabado subrepticiamente quedaría luego registrado con el número 1809 en el Congreso. Ahí, los viejos conocidos se hablan en diminutivo (de ‘Antoñito’ a ‘Vladicito”) , rajan de enemigos comunes, coinciden en la aparente inevitabilidad de la re-reelección de Fujimori.
Una parte del diálogo es memorable:
– Y sobre todo trabajé con lealtad, con lealtad, siempre – dice Ketín Vidal.
– Solamente hay dos cosas que no nos pueden decir, hermano –repone Montesinos –, ni que somos homosexuales ni que somos rateros.
La relación entre Ketín Vidal y Montesinos es no solo antigua sino que cruzó a través de los momentos más controvertidos y reveladores en la vida de ambos, sobre todo en la de Vidal.
Ambos se conocieron muy jóvenes, como cadetes, en el primer año de la Escuela Militar de Chorrillos, en 1962. Vidal abandonó la Escuela Militar a fines de año y pasó a la de la entonces Policía de Investigaciones del Perú (PIP). Luego, como oficial de la Policía, se especializó en inteligencia.
En 1985, cuando era un coronel PIP, Vidal fue comprendido en la investigación a la que quizá haya sido la mayor organización peruana de narcotráfico, la de Reynaldo Rodríguez López. Ninguna otra organización llegó a penetrar tanto a las autoridades del Estado, sobre todo a la Policía y, en especial, a la de Investigaciones.
El atestado policial describe las responsabilidades de Vidal en las páginas 85 y 86. Ahí está no solo la evidencia de una relación continua entre Vidal y Rodríguez López, documentado en la agenda de éste, sino hasta gestiones realizadas por Vidal pidiendo visas para Estados Unidos a gente designada por Rodríguez López.
Me consta que Vidal tuvo una relación cercana con Rodríguez López y con los cómplices policiales de éste. Yo investigué por cerca de tres años a la organización de éste hasta que la explosión del laboratorio de cocaína en 1985, forzó a adelantar por varios días la publicación programada en la revista Caretas, donde trabajé todos esos años.
En el derrame informativo que siguió a nuestra primera publicación, vi que Vidal, quien había sido una de mis fuentes durante el largo y difícil proceso de investigación, había informado a la vez sobre el desarrollo de ésta a los generales de la Policía cómplices de Rodríguez López (sobre todo a José Jorge) y a éste. Confrontado con los hechos, Vidal lo reconoció pero me dijo que lo había hecho porque no tenía alternativa.
Le dieron de baja. Y pasó a trabajar en el estudio de su ex compañero de la EMCH, Vladimiro Montesinos, quien entonces ya llevaba algunos años como abogado especializado en la defensa de narcotraficantes. En el caso de la organización de Rodríguez López, Montesinos se convirtió en su estratega de defensa, en lo legal y fuera de ello. Y defendió a Vidal quien por un buen tiempo trabajó en el estudio de Montesinos.
Aunque Montesinos afirma que Vidal pudo reingresar a la Policía gracias a sus gestiones, eso no me consta. Lo cierto es que trabajó muy cerca de él desde la victoria de Fujimori en 1990.
Montesinos, que terminó controlando todo el país empezó el proceso controlando el Servicio de Inteligencia (SIN). Tuvo ahí a Vidal como jefe de contrainteligencia hasta 1991, cuando fue enviado a la Dincote, primero como subdirector y luego como director.
Ahí, gracias a los logros del GEIN, Vidal estableció una cierta autonomía y luego un gran prestigio propio cuando los policías bajo su comando capturaron a Abimael Guzmán.
La visión que tuvo la gente del general ‘demócrata’, no fue obstáculo para que, como queda dicho, Vidal defendiera a Montesinos en 1996 de una acusación que él tenía que saber que era cierta.
Ni fue obstáculo tampoco para que a fines de diciembre de 1999, le asegurara a su amigo ‘Vladicito’ haber trabajado “con lealtad, siempre”.
Antes que pasaran dos años desde ese momento, cuando el entonces fugitivo Montesinos fue capturado en Caracas, Vidal, convertido en ministro del Interior del régimen democrático de Valentín Paniagua, fue a Iquitos, a darle alcance al vuelo que traía a Montesinos.
Flanqueado por dos policías, Montesinos estaba sentado al medio del avión, contándole historias a sus custodios, que estos escuchaban muy divertidos. Y sus grabadoras también.
Entonces subió Vidal al avión y cruzó por un momento miradas con Montesinos. La de éste fue tan burlona y despectiva que el camarógrafo que filmó todo el retorno hizo un close-up que permitió ver cómo la sola expresión de Montesinos relataba una historia entre sorprendente y esperpéntica que abarcaba varias décadas y cambios de roles y personajes.
Circunspecto, no sé si contrito, Vidal se sentó en primera fila y no volteó, según testigos del vuelo, hasta aterrizar en Lima.
La historia no terminó entonces. Ahora, Vidal es mencionado como candidato para ser ministro del Interior en el gobierno de Ollanta Humala.
Que Humala sepa a qué se atiene si opta por esa elección. En todo caso, si precisa alguna información adicional, se la puede preguntar al periodista Carlos Paredes, autor del premiado libro “La caída del héroe: La verdadera historia de Ketín Vidal” (Planeta. Lima, 2006), quien llega a Lima este lunes 20 desde México, para declarar, defenderse y quizá contraatacar en el juicio que Ketín Vidal le tiene abierto.
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