Numerosos grupos de manifestantes se congregaron en por lo menos ocho ciudades brasileñas para volver a expresar su disgusto por la situación del país, lo que plantea interrogantes de seguridad durante actividades de gran importancia como la Copa Confederaciones , que se está desarrollando en este momento, y la visita del Papa el mes próximo.
Las protestas se originaron como reacción al aumento de 10 centavos en la tarifa del transporte público, pero evidentemente son un reflejo de la inconformidad generalizada en Brasil ante la fuerte carga fiscal, la percepción de corrupción entre los políticos y los deficientes sistemas de educación pública, atención médica y transporte.
"No es por los centavos (de aumento). Esto es una demanda reprimida, reflejo de la falta de perspectiva de los jóvenes. El transporte también es pésimo. Andamos en chasis de camión travestido de autobús", dijo un participante de la marcha, de 56 años.
Las autoridades habían esperado evitar la clase de enfrentamientos sangrientos que sacudieron Sao Paulo la semana pasada, y las muestras de descontento fueron pacíficas en su mayor parte. Pero pequeños grupos de manifestantes rompieron vidrios mientras trataban de entrar al edificio del Congreso en Brasilia, y algunos otros chocaron con la policía en Río de Janeiro.
Los jefes policiales habían dicho en público que tratarían de evitar la violencia el lunes, pero advirtieron que pudieran recurrir a la fuerza si los manifestantes destruían bienes privados.
En Río de Janeiro la policía lanzó gas lacrimógeno y disparó balas de goma cuando varios manifestantes invadieron la Asamblea Legislativa estatal y lanzaron piedras y bengalas a la policía.
Bajo las consignas "íVamos a la calle!" y "Brasil se despertó", los participantes, en su mayoría jóvenes, salieron a las calles en la ciudad como parte de una ola de protestas en todo el país iniciada en Sao Paulo la semana pasada por el aumento del valor de los transportes.
Según las primeras informaciones, la marcha, que durante cuatro horas corrió de forma pacífica, tuvo un principio de confusión cuando un grupo de punks incendió una bandera de Brasil y fue recriminado por los propios manifestantes.
El presidente de la Asamblea Legislativa de Río, Paulo Melo, calificó como "acto de terrorismo" la invasión a la sede de la Asamblea Legislativa. "Es un desorden, un relajo. Cuando un acto agrede y pone personas en riesgo deja de ser democracia para convertirse en anarquía", dijo Melo.
En la capital Brasilia, en tanto, la policía no usó la fuerza cuando unos 200 manifestantes, de una multitud de 3.000, se subieron a la azotea del Congreso tras romper paredes de vidrio mientras trataban de entrar.
Fuente: Noticia Local – Lanacion.com