En Latinoamérica las vías de transporte están saturadas de vehículos motorizados, es decir, el coche es rey y el peatón un súbdito, que en el mejor de los casos cuenta con apenas un 4% de espacio para uso exclusivo, en contraste con el 96% para el transporte motorizado. Esto, según los expertos, impacta en el desarrollo y bienestar de los ciudadanos.
A pesar de los esfuerzos en los últimos años, las calles pensadas para peatones y/o ciclistas en las principales ciudades latinoamericanas brillan por su ausencia. Por ejemplo, esta es la situación en algunas de las ciudades más grandes de la región:
La capital mexicana solo tiene un 0,15% de espacio dedicado exclusivamente al uso para el peatón
Buenos Aires tiene 140 kilómetros de 44.500 kilómetros de vías existentes dedicados a peatones (un 0,31% del espacio para la gente, el resto para los vehículos). México, Distrito Federal, cuenta con 100 de 63.700 (un 0,15% de espacio para la gente). Bogotá tiene 305 de 7.750 (un 3,9% para los peatones). Río de Janeiro, 340 de 15.371 (un 2,2% para peatones).
Es el resultado de la rápida y poco planificada urbanización en la región, caracterizada por haber prestado más atención a ofrecer servicios de movilidad para el transporte privado que a crear espacios para el bienestar de sus propios habitantes.
Y teniendo en cuenta que hoy en día más del 80% de los latinoamericanos (o 480 millones de personas) vive en ciudades y que para 2050 serán el 90%, estamos hablando de un problema de grandes magnitudes.
Pero la hegemonía del coche en detrimento del peatón puede estar llegando a su fin o, más de manera realista, al inicio del fin.
En busca de la felicidad
Poco a poco van brotando proyectos urbanos que pretenden devolver a las personas el espacio que les rodea para convertirlos en agradables lugares de encuentro, interacción y socialización y para que, en definitiva, se conviertan en lugares más habitables que contribuyan al bienestar de la sociedad.
Estas calles albergan espacios para todos los medios de transporte (peatón, bici, coche, tranvía, autobús), son responsables con el medioambiente, suelen incorporar nuevas tecnologías y, sobre todo, sitúan a las personas y su bienestar en el centro de la acción.
Un claro ejemplo de cómo el diseño urbano de calidad puede llegar a reinventar la vida de toda una ciudad es Medellín, en Colombia. Sacudida por la inseguridad y el narcotráfico en los años ochenta, introdujo infraestructuras abiertas, verdes e innovadoras, como por ejemplo el Distrito de Innovación o la Ruta N (centro de innovación y negocios).
Hoy en día las comunas son mayoritariamente pacíficas y sus calles están repletas de automóviles, peatones y niños en bicicleta. En parte gracias a la creación de espacios recreativos que incluyen a todos los ciudadanos, la tasa de homicidios cayó un 80% desde 1990.
Este es solo un ejemplo de cómo el buen uso del espacio público puede dar respuesta a problemas estructurales que tiene la región -como el crimen y la violencia- a la vez que genera más integración social y mejora la convivencia entre vecinos.
Esta nueva tendencia también está asociada la promoción de métodos de transporte más sostenibles que mejoren la movilidad urbana.
Ciudades al servicio de los más vulnerables
Pero el buen diseño y planificación de las ciudades no solo implicaría recuperar los encuentros en las esquinas, el comercio de proximidad o caminar al trabajo, sino que también podría ayudar a solucionar los principales retos que enfrenta la región.
"La creación de buenas infraestructuras, de espacios públicos de calidad y de medios de transporte que lleguen a los más vulnerables y excluidos de la sociedad es esencial para reducir los niveles de desigualdad y de pobreza que tenemos en la región", explica Verónica Raffo, experta en infraestructura del Banco Mundial.
Se calcula que alrededor de 111 millones de latinoamericanos viven en barrios marginales y que uno de cada cuatro habitantes de las ciudades viven en la pobreza. Según la experta, la exclusión física lleva a la exclusión económica, por lo que es necesario conectar a los ciudadanos más pobres con el resto de la ciudad.
En este sentido, el Transmilenio en Bogotá es un ejemplo de cómo un sistema de transporte puede contribuir a reducir el tiempo que los habitantes de menores ingresos dedican para desplazarse, lo cual les permite disfrutar de una mejor calidad de vida.
Otro de los aspectos en que un mejor diseño y la planificación urbana pueden contribuir es en la reducción de los efectos de los desastres naturales. Latinoamérica cuenta con nueve de los 20 países que más dinero perdieron como consecuencia de condiciones climáticas extremas, con un costo estimado de 50.000 millones de dólares de 2001 a 2010.
Una buena planificación urbana ayudaría, por ejemplo, a construir edificios en lugares seguros y no en montañas con riesgo a deslizamientos o a la vera de ríos que suelen desbordarse después de fuertes lluvias.
Según los expertos, para preservar el espacio público es imprescindible el compromiso no solo de los gobiernos, sino también de la comunidad y del sector privado.
¨Espacios públicos bien diseñados estimulan la inclusión social, la prosperidad y la funcionalidad de una ciudad. Por eso es importante una buena planificación que ponga especial atención a los grupos más vulnerables, promoviendo oportunidades para que todos podamos disfrutar de entornos seguros, inclusivos, limpios, y saludables¨, observa Raffo.
Fuente: Noticia Local / El País