Por Oswaldo Carpio Villegas
Al examinar el tema de la seguridad ciudadana, recurrimos siempre a los tópicos conocidos: mayor número de policías, penas más drásticas, sanciones severas a las faltas, permitir que el Serenazgo porte armas, aumentar el número de cámaras de video vigilancia, crear una policía canina, entre tantas otros iniciativas "vendedoras".
Sin embargo, nadie habla de las políticas preventivas de carácter social; luego, de las políticas preventivas de carácter político-social. Como sabemos, todas ellas son anteriores a la acción policial, penal y judicial para frenar la inseguridad y la violencia.
Esta vez reflexionaremos desde el núcleo, la célula básica de la sociedad: la familia, su grave deterioro y las consecuencias en la conducta de los niños, los jóvenes y los adultos.
Durante décadas, intelectuales, artistas, políticos, profesionales que practicaron políticas contra-culturales la emprendieron contra la familia. Elaboraron un punto de vista reaccionario sobre la familia, so pretexto de que había que “revolucionarla” en el mundo y en el Perú. Apostaron por la informalidad, la "pareja abierta", el consumo de drogas, la ausencia de normas y de jerarquías, una falsa democracia que propició el caos y la promiscuidad, entre otras "alternativas". Aquel que osara defender a la familia fue tildado de conservador, reaccionario, ultra-católico, dogmatico y todo tipo calificativos que encasillaban a las personas pero que no elaboraban un punto de vista de fondo sobre la familia, tanto para entenderla en el mundo moderno, como para mejorar sus relaciones internas autoritarias, violentas o disfuncionales. La alternativa fue atacar a la familia como se atacaba la propiedad y al Estado. No se construyó una propuesta destinada a construir familias funcionales, dialogantes, estructuradas, que se basaran en el respeto, el amor, el diálogo y la autoridad.
A todo esto hay que añadir las crisis económicas endémicas, la violencia terrorista y la existencia de una cultura pre-moderna en la que la subordinación violenta de los hijos y, especialmente, de la mujer predomina en la sociedad, acompañada del consumo de alcohol y, últimamente, drogas.
Establezcamos, de entrada, algunos datos claves para entender el origen de los problemas. En el Perú 13 de cada 100 adolescentes son madres. En el año 2013, del total de adolescentes entre 15 y 19 años de edad, el 13,2% estuvo alguna vez embarazada, 10,8% fueron madres y 2,4% estaban gestando por primera vez. Del total de madres adolescentes, 63,8 convivía con su pareja y un 23,8% eran madres solteras.
En el año 2009, en el Perú había unas 162 mil madres adolescentes según cifras del INEI y según el ministerio de Salud, el embarazo adolescente era la causa del 25,3% de la deserción escolar.
Según cifras oficiales en el Perú el 42,4% de las madres del país están casadas; 34% no ha contraído matrimonio; 8%son separadas; 7,1% son madres solteras y 8,5% son viudas.
En Huancayo, el 80% de los embarazos adolescentes ocurrieron cuando las menores estaban ebrias, según la Defensoría Municipal del Niño y del Adolescente de esa ciudad.
Los jóvenes de 15 a 29 años de edad alcanzaron los 8 millones 283 mil 188 personas, y representan el 27,2% de la población total. Se proyecta que este grupo poblacional ascenderá a 8 millones 512 mil 764 habitantes en el año 2021.
El Informe del Mapa Mundial de la Familia –mayo 2013- revela que en el Perú aumentaron los nacimientos fuera del matrimonio y que más parejas optan por la convivencia. El 24% de menores de 18 años, prácticamente un cuarto de la población nacional, crece con un solo padre. La cifra aumentó en 3% desde el estudio anterior en el año 2000.
Si a esta información básica sobre la familia sumamos la violencia intra-familiar, la falta de educación, el hacinamiento, la pobreza, el alcoholismo y la drogadicción estaremos ante un cuadro muy claro de hogares disfuncionales, conflictivos, violentos. El padre que ejerce violencia verbal y física contra la esposa e hijos es muy frecuente y, se refuerza, especialmente, en donde existe alcoholismo y drogadicción que abarca a todos los sectores sociales. Las últimas noticias han sido duros golpes: hijos que asesinan a sus madres o por dinero o por drogas. Y, si algo ha crecido, es el "sicariato" adolescente y juvenil. Si no ponemos freno al deterioro familiar estaremos camino al modelo de violencia venezolana y centroamericana.
La familia está en crisis y nadie trata a fondo este asunto crucial para la vida en sociedad.
Si a esta información básica sobre la familia sumamos la violencia intra-familiar, el hacinamiento, la pobreza, el alcoholismo y la drogadicción estaremos ante un cuadro muy claro de hogares disfuncionales, conflictivos, violentos.
El padre que ejerce violencia verbal y física contra la esposa e hijos es muy frecuente en donde no hay valores y, especialmente, en donde existe alcoholismo y drogas. 38,9% de las mujeres manifestaron que alguna vez fueron víctima de violencia.
La ONG Ciudadanos al Día, informa que en el Perú, 487 mil 321 madres son solteras, constituyendo el 7 por ciento del total de madres, frente a las casadas (43%), convivientes (34%), viudas (8%), separadas (7%) y divorciadas (1%).
Pese a toda la información precedente que muestra poco interés por la familia, los peruanos manifiestan una actitud favorable hacia la formación de un hogar. Según estudios, el 93% de los peruanos está de acuerdo con que los “niños necesitan de un padre y una madre para ser felices y un 80% considera que el matrimonio no es una institución pasada de moda y el 96% sostiene que “dar más importancia a la vida familiar es algo bueno”, afirma en un Informe el Instituto de Ciencias para la Familia”. Este dato es clave porque muestra que existe el ideal de formar una familia. Lo que no se sabe es cómo en el mundo actual de cambios acelerados.
Podemos preguntarnos, ahora: ¿De dónde vienen los niños y adolescentes violentos? ¿De dónde vienen los delincuentes? ¿Dónde nacen los sicarios adolescentes? ¿Caen tal vez del cielo? ¿Crecen de manera natural?
El origen más importante reside en el hogar; en su ausencia; en la carencia de padre y cuando existe, en la violencia paterna que bordea el 40 por ciento de los hogares.
La primera tarea del Estado, del Gobierno en sus diferentes estamentos, de la sociedad peruana debe ser hoy el fortalecimiento de la familia y sus valores. No para volver a la familia autoritaria, disfuncional y violenta. Sino para modelar una forma de familia en la que la que existan padres con roles definidos, valores establecidos y claras normas de vida civilizada. El ministerio de la Mujer debería ser el ministerio de la Familia para que incida en construir una nueva familia integrada, más armoniosa, estructurada, sana emocional y espiritualmente.
Se puede avanzar en resolver el tema de la seguridad ciudadana si es que el Gobierno Nacional, los Gobiernos Regionales y los Locales ayudan, apoyan, orientan a los padres; si se evita el embarazo adolescente; si se forman escuelas de padres; si los medios de comunicación refuerzan valores que permitan una convivencia civilizada y no la degradación actual que nos afecta a todos, especialmente a los que delinquen porque han sido educados en modelos de familia violenta, o de enormes carencias y pavorosas dificultades materiales, morales, emocionales y espirituales. Por allí tenemos que empezar.